Liber IV, 478-498

'Inueni, germana, uiam (gratare sorori)
quae mihi reddat eum uel eo me soluat amantem.
Oceani finem iuxta solemque cadentem 480
ultimus Aethiopum locus est, ubi maximus Atlas
axem umero torquet stellis ardentibus aptum:
hinc mihi Massylae gentis monstrata sacerdos,
Hesperidum templi custos, epulasque draconi
quae dabat et sacros seruabat in arbore ramos, 485
spargens umida mella soporiferumque papauer.
Haec se carminibus promittit soluere mentes
quas uelit, ast aliis duras immittere curas,
sistere aquam fluuiis et uertere sidera retro,
nocturnosque mouet Manis: mugire uidebis 490
sub pedibus terram et descendere montibus ornos.
Testor, cara, deos et te, germana, tuumque
dulce caput, magicas inuitam accingier artis.
Tu secreta pyram tecto interiore sub auras
erige, et arma uiri thalamo quae fixa reliquit 495
impius exuuiasque omnis lectumque iugalem,
quo perii, super imponas: abolere nefandi
cuncta uiri monimenta iuuat monstratque sacerdos.'

«Encontré, hermana, el camino (felicita a tu hermana)
que me devolverá a
este amante o me librará de él.
Junto al fin del Océano y al sol que cae 480
está el último lugar de los etíopes, donde el grandísimo Atlas
hace girar en su hombro el eje ligado a las estrellas ardientes:
de aquí me fue mostrada una sacerdotisa del pueblo masilo,
guardiana del templo de las Hespérides, y que daba al dragón
su comida y cuidaba en el árbol las ramas sagradas, 485
esparciendo húmedas mieles y soporífera adormidera.
Esta promete
que ella con sus poemas libera los corazones
que quiere, pero que a otros duras preocupaciones envía,
que detiene el agua de los ríos y hace retroceder a los astros,
y conmueve a los Manes de la noche: mugir verás 490

bajo sus pies
la tierra y bajar los olmos de los montes.
Pongo por testigos
, querida hermana, a los dioses y a ti y a tu
dulce cabeza, de que a disgusto me someto a las artes mágicas.
Tú en secreto una pira en el interior del palacio
bajo las auras
levanta
, y las armas del hombre, que dejó impío colgadas 495
en el tálamo y todas sus prendas y el lecho conyugal
en el que perecí, ponlos encima: abolir de un nefando
hombre
todos los recuerdos me agrada, y lo indica la sacerdotisa.»

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