Vritur infelix Dido totaque uagatur
urbe furens, qualis coniecta cerua sagitta,
quam procul incautam nemora inter Cresia fixit 70
pastor agens telis liquitque uolatile ferrum
nescius: illa fuga siluas saltusque peragrat
Dictaeos; haeret lateri letalis harundo.
Nunc media Aenean secum per moenia ducit
Sidoniasque ostentat opes urbemque paratam, 75
incipit effari mediaque in uoce resistit;
nunc eadem labente die conuiuia quaerit,
Iliacosque iterum demens audire labores
exposcit pendetque iterum narrantis ab ore.
urbe furens, qualis coniecta cerua sagitta,
quam procul incautam nemora inter Cresia fixit 70
pastor agens telis liquitque uolatile ferrum
nescius: illa fuga siluas saltusque peragrat
Dictaeos; haeret lateri letalis harundo.
Nunc media Aenean secum per moenia ducit
Sidoniasque ostentat opes urbemque paratam, 75
incipit effari mediaque in uoce resistit;
nunc eadem labente die conuiuia quaerit,
Iliacosque iterum demens audire labores
exposcit pendetque iterum narrantis ab ore.
Se quema infeliz Dido y vaga por toda
la ciudad enloquecida, como una cierva a la que, lanzada una flecha
desde lejos, en los bosques de Creta, incauta, hirió 70
un pastor persiguiéndola con sus armas y le dejó el volátil hierro
sin saberlo: aquella en su huida recorre bosques y desfiladeros
dicteos; queda clavada en su su costado la letal caña.
Ahora lleva consigo a Eneas por medio de las murallas
y hace ostentación de las riquezas sidonias y una ciudad preparada, 75
empieza a hablar y se detiene en medio de su voz;
ahora, al caer el día, busca el mismo banquete,
y, enloquecida, de nuevo escuchar los sufrimientos ilíacos
pide con insistencia y queda colgada de nuevo de la boca del que narra.
la ciudad enloquecida, como una cierva a la que, lanzada una flecha
desde lejos, en los bosques de Creta, incauta, hirió 70
un pastor persiguiéndola con sus armas y le dejó el volátil hierro
sin saberlo: aquella en su huida recorre bosques y desfiladeros
dicteos; queda clavada en su su costado la letal caña.
Ahora lleva consigo a Eneas por medio de las murallas
y hace ostentación de las riquezas sidonias y una ciudad preparada, 75
empieza a hablar y se detiene en medio de su voz;
ahora, al caer el día, busca el mismo banquete,
y, enloquecida, de nuevo escuchar los sufrimientos ilíacos
pide con insistencia y queda colgada de nuevo de la boca del que narra.
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