Liber II, 228-240

Tum uero tremefacta nouus per pectora cunctis
insinuat pauor, et scelus expendisse merentem
Laocoonta ferunt, sacrum qui cuspide robur 230
laeserit et tergo sceleratam intorserit hastam.
Ducendum ad sedes simulacrum orandaque diuae
numina conclamant.
Diuidimus muros et moenia pandimus urbis.
Accingunt omnes operi pedibusque rotarum 235
subiciunt lapsus, et stuppea uincula collo
intendunt; scandit fatalis machina muros
feta armis. Pueri circum innuptaeque puellae
sacra canunt funemque manu contingere gaudent;
illa subit mediaeque minans inlabitur urbi. 240

Entonces, en verdad, por los pechos temblorosos de todos
se introduce un nuevo pavor y que Laocoonte había pagado su crimen,
mereciéndolo, dicen, por haber herido con su lanza la madera sagrada 230
y haber clavado en su lomo la lanza asesina.
Que la estatua debe ser llevada a su sede y que debe ser rogado
el numen de la diosa gritan a la vez.

Dividimos los muros y abrimos las murallas
de la ciudad.
Todos ponen manos a la obra y a los pies deslizamientos de ruedas 235
colocan y al cuello cuerdas de estopa
lanzan; atraviesa los muros la fatal máquina,
preñada de armas.
Alrededor, niños y niñas solteras
canciones sagradas cantan y se alegran al
tocar con su mano la cuerda;
aquella sube y se desliza, amenazante, hacia el centro de la ciudad. 240

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