Liber IV, 256-278

Haud aliter terras inter caelumque uolabat
litus harenosum ad Libyae, uentosque secabat
materno ueniens ab auo Cyllenia proles.
Vt primum alatis tetigit magalia plantis,
Aenean fundantem arces ac tecta nouantem 260
conspicit. Atque illi stellatus iaspide fulua
ensis erat Tyrioque ardebat murice laena
demissa ex umeris, diues quae munera Dido
fecerat, et tenui telas discreuerat auro.
Continuo inuadit: 'Tu nunc Karthaginis altae 265
fundamenta locas pulchramque uxorius urbem
exstruis? Heu, regni rerumque oblite tuarum!
Ipse deum tibi me claro demittit Olympo
regnator, caelum et terras qui numine torquet,
ipse haec ferre iubet celeris mandata per auras: 270
quid struis? aut qua spe Libycis teris otia terris?
Si te nulla mouet tantarum gloria rerum
[nec super ipse tua moliris laude laborem,]
Ascanium surgentem et spes heredis Iuli
respice, cui regnum Italiae Romanaque tellus 275
debetur.' Tali Cyllenius ore locutus
mortalis uisus medio sermone reliquit
et procul in tenuem ex oculis euanuit auram. 

No de otra forma entre las tierras y el cielo volaba
hacia el arenoso litoral de Libia y cortaba los vientos
la prole cilenia descendiente de su abuelo materno.
Tan pronto como tocó con sus aladas plantas las cabañas,
a Eneas fundando fortalezas y renovando casas 260
ve. Y aquel tenía una espada estrellada de jaspe amarillo
y resplandecía con una capa de púrpura tiria
colgada de los hombros, regalos que la rica Dido
le había hecho y había bordado sus telas con tenue oro.
Y a continuación lo aborda: «¿Tú ahora de la alta Cartago 265
los cimientos colocas y, rendido a tu esposa, una hermosa ciudad
construyes? ¡Ay, olvidándote de tu reino y tus cosas!
El mismo rey de los dioses desde el luminoso
Olimpo me envía,
el que cielo y las tierras gobierna con su numen,
él mismo me ordena traerte estos mandatos por las rápidas auras: 270
¿qué tramas? o ¿con qué esperanza pasas tus ratos libres en tierras libias?
Si no te mueve gloria alguna de cosas tan grandes, 272
[y, además, tú mismo no afrontas reto alguno por tu alabanza]
a Ascanio que está creciendo y las esperanzas de tu heredero Julo 274
mira, a quien el reino de Italia y la tierra romana 275

se deben». Hablando el cilenio con tal boca

su apariencia mortal en medio del sermón dejó
y se desvaneció de sus ojos, lejos, hacia la
tenue aura.

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