Liber III, 669-691

Sensit, et ad sonitum uocis uestigia torsit.
Verum ubi nulla datur dextra adfectare potestas 670
nec potis Ionios fluctus aequare sequendo,
clamorem immensum tollit, quo pontus et omnes
intremuere undae, penitusque exterrita tellus
Italiae curuisque immugiit Aetna cauernis.
At genus e siluis Cyclopum et montibus altis 675
excitum ruit ad portus et litora complent.
Cernimus astantis nequiquam lumine toruo
Aetnaeos fratres caelo capita alta ferentis,
concilium horrendum: quales cum uertice celso
aeriae quercus aut coniferae cyparissi 680
constiterunt, silua alta Iouis lucusue Dianae.
Praecipitis metus acer agit quocumque rudentis
excutere et uentis intendere uela secundis.
Contra iussa monent Heleni, Scyllamque Charybdinque
inter, utrimque uiam leti discrimine paruo, 685
ni teneam cursus: certum est dare lintea retro.
Ecce autem Boreas angusta ab sede Pelori
missus adest: uiuo praeteruehor ostia saxo
Pantagiae Megarosque sinus Thapsumque iacentem.
Talia monstrabat relegens errata retrorsus 690
litora Achaemenides, comes infelicis Vlixi.


Lo sintió y torció sus pasos hacia el sonido de las voces.
Pero, cuando no se da ninguna posibilidad de agarrarnos con su derecha 670
ni puede igualar a las olas jonias persiguiéndonos,
levanta un inmenso clamor, con el que el mar y todas
las olas temblaron y aterrorizada profundamente la tierra
de Italia
mugió y el Etna en sus curvas cavernas.
Y
la raza de los Cíclopes desde los bosques y desde los altos montes 675
excitada acude corriendo al puerto y llenan el litoral.
Los vemos de pie en vano con su torvo ojo,
a los hermanos del Etna llevando al cielo sus altas cabezas,
horrendo concilio: cuales con la copa erguida 
las aéreas encinas o los coníferos cipreses 680
se levantan, alta selva de Júpiter o bosque sagrado de Diana.
Un fuerte miedo nos precipita a sacudir las jarcias
hacia donde sea y a tender las velas a vientos favorables.
En contra aconsejan las órdenes de Héleno, que entre Escila y
Caribdis, camino de muerte a uno y otro lado en pequeña distancia, 685
no mantenga mi rumbo: es más seguro volver las velas.
En cambio, he aquí que se presenta Bóreas salido de su angosta sede
del Peloro: dejo atrás la desembocadura en roca viva
de Pantagia y el golfo de Mégara y la yacente Tapso.
Tales costas nos mostraba
volviendo a pasar los errados 690
litorales en sentido inverso
Aqueménides, el compañero del infortunado Ulises.


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