Liber VI, 124-139

Talibus orabat dictis arasque tenebat,
cum sic orsa loqui uates: 'sate sanguine diuum, 125
Tros Anchisiade, facilis descensus Auerno:
noctes atque dies patet atri ianua Ditis;
sed reuocare gradum superasque euadere ad auras,
hoc opus, hic labor est. Pauci, quos aequus amauit
Iuppiter aut ardens euexit ad aethera uirtus, 130
dis geniti potuere. Tenent media omnia siluae,
Cocytusque sinu labens circumuenit atro.
Quod si tantus amor menti, si tanta cupido est
bis Stygios innare lacus, bis nigra uidere
Tartara, et insano iuuat indulgere labori, 135
accipe quae peragenda prius. Latet arbore opaca
aureus et foliis et lento uimine ramus,
Iunoni infernae dictus sacer; hunc tegit omnis
lucus et obscuris claudunt conuallibus umbrae.


Con tales palabras oraba y abrazaba los altares,
cuando así comenzó a decir la vidente: «Nacido de sangre 125
de dioses, troyano hijo de Anquises, fácil es el descenso al Averno:
de noche y de día está abierta la puerta del negro Dite;
pero dar marcha atrás y escapar a las auras de arriba,

esa es la empresa, ese el esfuerzo. Unos pocos, hijos de dioses
a los que amó el justo Júpiter o su ardiente valor los sacó al éter, 130
lo lograron. En medio los bosques todo lo ocupan,
y el cauce del Cocito lo rodea en negra revuelta.
Pero si tu mente tiene tan gran ansia, si tan gran deseo
de surcar dos veces los lagos estigios, de dos veces ver la negrura
del Tártaro y te place emprender una fatiga insana, 135
escucha primero las cosas que has de hacer. En un árbol espeso 

se esconde una rama de oro de hojas y tallo flexible,
según se dice consagrada a Juno infernal; todo el bosque
la oculta y la encierran las sombras en valles oscuros.

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