Liber IV, 362-372

Talia dicentem iamdudum auersa tuetur
huc illuc uoluens oculos totumque pererrat
luminibus tacitis et sic accensa profatur:
'Nec tibi diua parens generis nec Dardanus auctor, 365
perfide, sed duris genuit te cautibus horrens
Caucasus Hyrcanaeque admorunt ubera tigres.
Nam quid dissimulo aut quae me ad maiora reseruo?
Num fletu ingemuit nostro? Num lumina flexit?
Num lacrimas uictus dedit aut miseratus amantem est? 370
Quae quibus anteferam? Iam iam nec maxima Iuno
nec Saturnius haec oculis pater aspicit aequis.
 
Al que tales cosas decía, desde hace tiempo, hostil mira,
volviendo los ojos aquí y allí y todo lo recorre
con miradas calladas y así, encendida, habla:
«Ni tienes una diosa por madre ni Dárdano es fundador de tu linaje,
pérfido, sino que te engendró el Cáucaso erizado de duros peñascos 365
y las tigresas de Hircania te acercaron sus ubres.
Pues, ¿por qué disimulo o a qué cosas mayores me reservo?
¿Acaso gimió con mi llanto? ¿Acaso bajó sus ojos?
¿Acaso, vencido, se dio a las lágrimas o se compadeció de quien le ama?
¿Qué cosas antepondré a estas? Ya, ya ni Juno máxima 370
ni el padre Saturnio ven estas cosas con ojos justos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario