Liber III, 189-204

Sic ait, et cuncti dicto paremus ouantes.
Hanc quoque deserimus sedem paucisque relictis 190
uela damus uastumque caua trabe currimus aequor.

Postquam altum tenuere rates nec iam amplius ullae
apparent terrae, caelum undique et undique pontus,
tum mihi caeruleus supra caput astitit imber
noctem hiememque ferens, et inhorruit unda tenebris. 195
Continuo uenti uoluunt mare magnaque surgunt
aequora, dispersi iactamur gurgite uasto;
inuoluere diem nimbi et nox umida caelum
abstulit, ingeminant abruptis nubibus ignes,
excutimur cursu et caecis erramus in undis. 200
Ipse diem noctemque negat discernere caelo
nec meminisse uiae media Palinurus in unda.
Tris adeo incertos caeca caligine soles
erramus pelago, totidem sine sidere noctes.


Así dice, y todos obedecemos a lo dicho con una ovación.
Abandonamos también esta sede y, dejados unos pocos, 190
damos velas y la vasta llanura recorremos en el cavo leño.
Después que las naves tuvieron el mar y ya no más tierras
algunas aparecen, cielo por todos lados y por todos lados ponto,
entonces sobre mi cabeza se me paró una nube cerúlea
trayendo noche y tormenta, y el agua se encrespó con las tinieblas. 195
De continuo, los vientos revuelven el mar y enormes surgen
las olas, somos lanzados, dispersos, por un vasto remolino;
envolvieron los nimbos el día y una húmeda noche el cielo
quitó, los relámpagos se multiplican en las rasgadas nubes,
somos echados de nuestro rumbo y erramos en aguas ciegas. 200
El propio Palinuro no discierne el día de la noche en el cielo
ni recuerda el camino en medio de las olas.
De tal modo, tres inciertos soles en la ciega tiniebla
vagamos por el mar, otras tantas noches sin estrellas.


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