Liber II, 268-280

Tempus erat quo prima quies mortalibus aegris
incipit et dono diuum gratissima serpit.
In somnis, ecce, ante oculos maestissimus Hector 270
uisus adesse mihi largosque effundere fletus,
raptatus bigis ut quondam, aterque cruento
puluere perque pedes traiectus lora tumentis.
Ei mihi, qualis erat, quantum mutatus ab illo
Hectore qui redit exuuias indutus Achilli 275
uel Danaum Phrygios iaculatus puppibus ignis!
Squalentem barbam et concretos sanguine crinis
uulneraque illa gerens, quae circum plurima muros
accepit patrios. Vltro flens ipse uidebar
compellare uirum et maestas expromere uoces: 280

Era el tiempo en que el descanso primero para los hombres cansados
empieza y por un regalo de los dioses se nos presenta gratísimo.

En sueños, de súbito,
ante mis ojos un tristísimo Héctor 270
pareció que se me presentaba y derramaba muchas lágrimas,
como cuando fue arrebatado por las bigas, negro
por el polvo cruento y con
sus pies tumefactos atravesados por una correa.
¡Ay de mí, cómo estaba, cuán cambiado de aquel
Héctor que volvió revestido con
los despojos de Aquiles 275
o que lanzó fuegos frigios a las popas de los dánaos!
Llevando la barba descuidada
y el cabello cuajado por la sangre
y aquellas heridas,
de las que la mayoría alrededor de los muros
patrios recibió. Además, parecía que yo mismo, llorando,
llamaba al héroe
y emitía tristes voces: 280

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